Historias para Recordar
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Historias para Recordar
Bueno, este post lo creo con la intención de dar a conocer las historias cortas creadas por Kiyoshi Shiguematsu para el videojuego “Lost Oddisey” ya que seas videojugador o no tienes que darte la oportunidad de leer estos maravillosos relatos.
El juego Lost Oddysey es un RPG creado por Hironobu Sakaguchi el cual fue el exvicepresidente de la compañía de juegos SquareSoft hoy conocida como Square Enix y creador del juego que ha marcado un antes y un después en los juegos de rol playing game (RPG) , el final fantasy. Actualmente en el 2001 fundó la compañía Mistwalker con dinero de la Microsoft ya que tuvo que salirse de Square porque según rumores no le fue autorizado un aumento de sueldo que bien merecido se lo tenía y pues también después del fracaso de la película de Final Fantasy fue degradado de su puesto. Pues bien en esta compañía ya ha lanzado dos juegos, uno de ellos es “Blue Dragon” con la colaboración del mangaka Akira Toriyama (Dragon Ball) y el otro es “Lost Oddisey” donde el diseño de personajes corre a cuenta de Takehiko Inoue (Slam Dunk).
En cuanto a Kiyoshi Shiguematsu es un escritor japonés que ahora se da a conocer fuera de su país natal por medio de estos cuentos que bien vale la pena no perderse.
Antes de empezar tengo que explicar que el protagonista de estas historias siempre será Kaim ya que el videojuego los coloca como su pasado perdido, cabe explicar que él es un inmortal, asi pues ha vivido a lo largo de mil años, teniendo múltiples estilos de vida y sin un rumbo fijo ya que a cualquiera que conozca tarde o temprano lo perdera para siempre.
Pues si más preámbulos les presento la transcripción del primero de ellos:
La Partida de Hanna
Los miembros de la familia tienen los ojos llorosos cuando dan la bienvenida de nuevo a la posada a Kaim tras su largo viaje.
- Muchísimas gracias por venir.
Kaim comprende la situación al instante. La hora del adiós está cerca. Pronto, demasiado pronto. Pero ya se sabía que este día llegaría tarde o temprano, y no en un futuro lejano. “Puede que no te vuelva a ver más”, le había dicho ella con una triste sonrisa cuando partió de viaje. Estaba acostada en la cama, sonriendo con su rostro de blancura casi trasparente, terriblemente frágil, y por ende indescriptiblemente bello.
- ¿Puedo ver a Hanna?
El Posadero asiente ligeramente la cabeza.
- Pero no creo que vaya a reconocerte.
Le advierte a Kaim que no ha abierto los ojos desde anoche. El ligero movimiento de su pecho indica que aún se aferra a un frágil hilo de vida, pero podría romperse en cualquier momento.
- Qué pena…Sé que para ti era muy importante venir a verla…
Otra lágrima resbala por la mejilla de la mujer.
- No te preocupes, no pasa nada – la tranquiliza Kaim.
Ha presenciado innumerables muertes, y su experiencia le ha enseñado mucho. La muerte arrebata el habla en primer lugar. Luego la vista. Sin embargo, lo que sí aguanta hasta el final es el oído. Aunque el enfermo pierda la conciencia, no es extraño que las voces de los familiares provoquen sonrisas o lágrimas.
Kaim rodea con su brazo el hombro de la mujer.
- Tengo muchas historias de viajes para ella. Llevo esperando esto todo el tiempo que llevo fuera.
En lugar de sonreír, la mujer deja escapar otra gran lágrima y asiente.
- Y Hanna esperaba poder oír tus historias – dice con palabras entrecortas por el llanto.
El posadero interviene. – Ojalá pudiera pedirte que descansaras del viaje antes de verla, pero…
- Por supuesto, la veré ahora mismo – dice Kaim, interrumpiendo la disculpa del hombre.
Queda muy poco tiempo. Hanna, la única hija del posadero y de su esposa, probablemente no pase del próximo amanecer.
Kaim deja su equipaje en el suelo y abre la puerta sin hacer ruido la puerta del cuarto de Hanna.
Hanna fue muy débil desde su nacimiento. Lejos de disfrutar de la oportunidad de viajar, apenas había salido del pueblo, siquiera del vecindario, donde había nacido y crecido. El médico había dicho a sus padres que aquella niña difícilmente llegaría a adulta. Los dioses habían reservado un triste destino para aquella diminuta niña de rasgos de muñeca extraordinariamente bellos. Tal vez los propios dioses trataran de expiar esta cruel injusticia haciendo que la niña fuera la hija única de los dueños de una pequeña posada de carretera.
Hanna no podía ir a ninguna parte, pero los huéspedes de la posada de sus padres le solían contar historias sobre ciudades, países, paisajes y gentes que ella nunca conocería. Cuando un nuevo huésped llegaba a la posada, Hanna siempre desplegaba su batería de preguntas: “¿De dónde eres?”, “¿A qué te dedicas?”, “¿Me cuentas una historia?”.
Solía sentarse y escuchar aquellas historias con ojos brillantes y vivos. Instaba al viajero a pasar rápido al siguiente episodia con un “¿Y luego?¿Y Luego?”. Cuando se marchaban, siempre les rogaba: “¡Por favor, vuelve y cuéntame montones de historias sobre países lejanos!”. Solía quedarse despidiendo con la mano al viajero hasta que desaparecía de la vista por la carretera. Luego soltaba un melancólico suspiro y volvía a la cama.
Hanna duerme profundamente. No hay nadie más en la habitación, lo que tal vez indica que hace tiempo que los médicos la dieron por perdida. Kaim se sienta en una silla cercana a la cama y la saluda con una sonrisa. – Hola, Hanna. He vuelto.
Ella no responde. Su pequeño pecho, que aún no tiene los rasgos del de una adulta, sube y baja casi imperceptiblemente.
- Esta vez fui más allá del océano - le cuenta Kaim -. El océano del lado desde el que sale el sol. Tomé un barco en un muelle lejos, lejísimos, mucho más allá de las montañas que ves desde la ventana, y estuve en alta mar desde el momento en que la luna era un círculo perfecto en el cielo, mientras fue haciéndose cada vez más pequeña y luego cada vez más grande, y hasta que estuvo llena de nuevo. Allá donde alcanzaba la vista no había más que mar. Tan solo agua y cielo. ¿Te lo imaginas, Hanna? Nunca has visto el mar, pero estoy seguro de que la gente te habrá hablado sobre él. Es como un charco enorme e infinito.
Kaim se ríe para sí mismo y parece que las mejillas pálidas de Hanna se mueven ligeramente. Puede oírlo. Aunque no pueda hablar ni ver, sus oídos aún están vivos. Kaim, convencido y confiado en que eso sea verdad, continúa el relato de la historia de sus viajes. No dice palabras de despedida. Como siempre con Hanna, Kaim sonríe con una dulzura que nunca ha tenido con nadie más, y prosigue narrando sus historias con una voz alegre, que a veces incluso acompaña de gestos exagerados.
Le habla del océano azul. Le habla del cielo azul. Pero no le dice nada sobre la despiadada batalla naval que tiño de rojo el océano. Nunca le habla sobre esas cosas.
Hanna aún era una niña cuando Kaim se hospedó por primera vez en el hostal. Cuando, con su dicción infantil y su sonrisa inocente, ella le asaltó con sus preguntas sobre su origen y le pidió que le contara sus historias, Kaim sintió algo dentro de su pecho.
Aquella vez volvía de una batalla. Más exactamente, había terminado una batalla e iba camino a otra. Su vida consistía en vagar de un campo de batalla a otro, y nada de eso ha cambiado desde entonces. Ha segado la vida a innumerables soldados enemigos y presenciado la muerte de infinidad de camaradas en el campo de batalla. En realidad, lo único que separa a los enemigos de los camaradas es una mera cuestión de suerte. Si las ruedas del destino hubieran girado de manera diferente, sus enemigos habrían sido camaradas y sus camaradas, enemigos. Tal es el sino del mercenario.
En aquella época, su ánimo estaba destrozado y se sentía insoportablemente solo. Como ser inmortal, Kaim no temía la muerte, razón por la que los rostros de los otros soldados están deformados por el miedo, y por la que el rostro de cada hombre murió sufriendo quedó grabado a fuego en su memoria.
Normalmente, solía pasar las noches bebiendo en la carretera. Sumiéndose en el sopor etílico – o fingiendo sumirse en él – intentaba obligarse a olvidar lo inolvidable.
No obstante, cuando vio la sonrisa de Hanna al pedirle que le contara historias sobre su largo viaje, sintió un consuelo más cálido y profundo del que nunca hubiera obtenido del licor.
Le habló de muchas cosas... De una flor preciosa que descubrió en el campo de batalla. De la belleza cautivadora de la bruma cuando invade el bosque la noche previa al combate final. Del incomparable sabor del agua del manantial de un barranco en el que sus hombres y él se habían refugiado tras haber perdido una batalla. Del vasto e inabarcable cielo azul que vio tras una batalla.
Nunca le contaba nada triste. Omitía todo lo referente a la mezquindad del ser humano y la estupidez que presenciaba sin cesar en el campo de batalla. Le ocultó su condición de mercenario, las razones que le llevaban a viajar constantemente, y le hablaba solo de cosas bonitas, dulces y agradables. Ahora comprende que si le contó a Hanna ese tipo de historias bonitas sobre sus viajes no fue tanto por no corromper la inocencia de la niña, sino por el bien de sí mismo.
Quedarse en la posada en la que Hanna esperaba verle de nuevo terminó por convertirse en uno de los pequeños placeres de la vida de Kaim. Narrarle los recuerdos con los que volvía de sus viajes le hacía sentir una ligera redención, por tenue que fuera. Su amistad con la niña continuó cinco años, diez años. Poco a poco, ella se acercaba a la edad adulta, lo que significaba que, tal como los médicos habían predicho, cada día se acercaba más a la muerte.
Y ahora, Kaim termina la última historia de viajes que compartirá con ella. No podrá volver a verla, no podrá contarle sus historias de nuevo. Antes del alba, cuando la oscuridad de la noche alcanza su cenit, las pautas en la respiración de Hanna se vuelven más largas- El frágil hilo de vida está a punto de ceder mientras Kaim y sus padres la cuidan. La lucecita que anidó en el pecho de Kaim se apagará. Sus solitarios viajes, esos largos viajes sin fin, comenzarán de nuevo mañana.
- Pronto estarás partiendo hacia tus propios viajes, Hanna.- le dice Kaim con dulcura.- Partirás a un mundo que nadie conoce, un mundo que nunca ha aparecido en las historias que has oído hasta ahora. Por fin podrás dejar tu cama y vagar por donde quieras. Serás libre.
Quiere hacerle saber que la muerte no es sufrimiento, sino una mezcla de alegría y lágrimas. – Ahora te toca a ti. Procura contarle a todo el mundo los recuerdos de tu viaje.- Sus padres harán ese mismo viaje algún día. Y algún día Hanna podrá reencontrarse más allá del cielo con todos los huéspedes que conoció en la posada.
Y él, sin embargo, nunca viajara allí. Nunca Podra escapar de este mundo. Nunca la volvera a ver.
- Esto no es una despedida. Es solo el comienzo de tu viaje. – Le dice una última cosa.- Nos volveremos a ver.
Es su última mentira.
Hanna parte hacia su viaje.
En su rostro aparece una sonrisa tranquila, como si acabara de decir un “hasta pronto”.
Sus ojos no volverán a abrirse.
Una solitaria lágrima resbala lentamente por su mejilla.
P.D.: Poco a poco ire posteando las demas
El juego Lost Oddysey es un RPG creado por Hironobu Sakaguchi el cual fue el exvicepresidente de la compañía de juegos SquareSoft hoy conocida como Square Enix y creador del juego que ha marcado un antes y un después en los juegos de rol playing game (RPG) , el final fantasy. Actualmente en el 2001 fundó la compañía Mistwalker con dinero de la Microsoft ya que tuvo que salirse de Square porque según rumores no le fue autorizado un aumento de sueldo que bien merecido se lo tenía y pues también después del fracaso de la película de Final Fantasy fue degradado de su puesto. Pues bien en esta compañía ya ha lanzado dos juegos, uno de ellos es “Blue Dragon” con la colaboración del mangaka Akira Toriyama (Dragon Ball) y el otro es “Lost Oddisey” donde el diseño de personajes corre a cuenta de Takehiko Inoue (Slam Dunk).
En cuanto a Kiyoshi Shiguematsu es un escritor japonés que ahora se da a conocer fuera de su país natal por medio de estos cuentos que bien vale la pena no perderse.
Antes de empezar tengo que explicar que el protagonista de estas historias siempre será Kaim ya que el videojuego los coloca como su pasado perdido, cabe explicar que él es un inmortal, asi pues ha vivido a lo largo de mil años, teniendo múltiples estilos de vida y sin un rumbo fijo ya que a cualquiera que conozca tarde o temprano lo perdera para siempre.
Pues si más preámbulos les presento la transcripción del primero de ellos:
La Partida de Hanna
Los miembros de la familia tienen los ojos llorosos cuando dan la bienvenida de nuevo a la posada a Kaim tras su largo viaje.
- Muchísimas gracias por venir.
Kaim comprende la situación al instante. La hora del adiós está cerca. Pronto, demasiado pronto. Pero ya se sabía que este día llegaría tarde o temprano, y no en un futuro lejano. “Puede que no te vuelva a ver más”, le había dicho ella con una triste sonrisa cuando partió de viaje. Estaba acostada en la cama, sonriendo con su rostro de blancura casi trasparente, terriblemente frágil, y por ende indescriptiblemente bello.
- ¿Puedo ver a Hanna?
El Posadero asiente ligeramente la cabeza.
- Pero no creo que vaya a reconocerte.
Le advierte a Kaim que no ha abierto los ojos desde anoche. El ligero movimiento de su pecho indica que aún se aferra a un frágil hilo de vida, pero podría romperse en cualquier momento.
- Qué pena…Sé que para ti era muy importante venir a verla…
Otra lágrima resbala por la mejilla de la mujer.
- No te preocupes, no pasa nada – la tranquiliza Kaim.
Ha presenciado innumerables muertes, y su experiencia le ha enseñado mucho. La muerte arrebata el habla en primer lugar. Luego la vista. Sin embargo, lo que sí aguanta hasta el final es el oído. Aunque el enfermo pierda la conciencia, no es extraño que las voces de los familiares provoquen sonrisas o lágrimas.
Kaim rodea con su brazo el hombro de la mujer.
- Tengo muchas historias de viajes para ella. Llevo esperando esto todo el tiempo que llevo fuera.
En lugar de sonreír, la mujer deja escapar otra gran lágrima y asiente.
- Y Hanna esperaba poder oír tus historias – dice con palabras entrecortas por el llanto.
El posadero interviene. – Ojalá pudiera pedirte que descansaras del viaje antes de verla, pero…
- Por supuesto, la veré ahora mismo – dice Kaim, interrumpiendo la disculpa del hombre.
Queda muy poco tiempo. Hanna, la única hija del posadero y de su esposa, probablemente no pase del próximo amanecer.
Kaim deja su equipaje en el suelo y abre la puerta sin hacer ruido la puerta del cuarto de Hanna.
Hanna fue muy débil desde su nacimiento. Lejos de disfrutar de la oportunidad de viajar, apenas había salido del pueblo, siquiera del vecindario, donde había nacido y crecido. El médico había dicho a sus padres que aquella niña difícilmente llegaría a adulta. Los dioses habían reservado un triste destino para aquella diminuta niña de rasgos de muñeca extraordinariamente bellos. Tal vez los propios dioses trataran de expiar esta cruel injusticia haciendo que la niña fuera la hija única de los dueños de una pequeña posada de carretera.
Hanna no podía ir a ninguna parte, pero los huéspedes de la posada de sus padres le solían contar historias sobre ciudades, países, paisajes y gentes que ella nunca conocería. Cuando un nuevo huésped llegaba a la posada, Hanna siempre desplegaba su batería de preguntas: “¿De dónde eres?”, “¿A qué te dedicas?”, “¿Me cuentas una historia?”.
Solía sentarse y escuchar aquellas historias con ojos brillantes y vivos. Instaba al viajero a pasar rápido al siguiente episodia con un “¿Y luego?¿Y Luego?”. Cuando se marchaban, siempre les rogaba: “¡Por favor, vuelve y cuéntame montones de historias sobre países lejanos!”. Solía quedarse despidiendo con la mano al viajero hasta que desaparecía de la vista por la carretera. Luego soltaba un melancólico suspiro y volvía a la cama.
Hanna duerme profundamente. No hay nadie más en la habitación, lo que tal vez indica que hace tiempo que los médicos la dieron por perdida. Kaim se sienta en una silla cercana a la cama y la saluda con una sonrisa. – Hola, Hanna. He vuelto.
Ella no responde. Su pequeño pecho, que aún no tiene los rasgos del de una adulta, sube y baja casi imperceptiblemente.
- Esta vez fui más allá del océano - le cuenta Kaim -. El océano del lado desde el que sale el sol. Tomé un barco en un muelle lejos, lejísimos, mucho más allá de las montañas que ves desde la ventana, y estuve en alta mar desde el momento en que la luna era un círculo perfecto en el cielo, mientras fue haciéndose cada vez más pequeña y luego cada vez más grande, y hasta que estuvo llena de nuevo. Allá donde alcanzaba la vista no había más que mar. Tan solo agua y cielo. ¿Te lo imaginas, Hanna? Nunca has visto el mar, pero estoy seguro de que la gente te habrá hablado sobre él. Es como un charco enorme e infinito.
Kaim se ríe para sí mismo y parece que las mejillas pálidas de Hanna se mueven ligeramente. Puede oírlo. Aunque no pueda hablar ni ver, sus oídos aún están vivos. Kaim, convencido y confiado en que eso sea verdad, continúa el relato de la historia de sus viajes. No dice palabras de despedida. Como siempre con Hanna, Kaim sonríe con una dulzura que nunca ha tenido con nadie más, y prosigue narrando sus historias con una voz alegre, que a veces incluso acompaña de gestos exagerados.
Le habla del océano azul. Le habla del cielo azul. Pero no le dice nada sobre la despiadada batalla naval que tiño de rojo el océano. Nunca le habla sobre esas cosas.
Hanna aún era una niña cuando Kaim se hospedó por primera vez en el hostal. Cuando, con su dicción infantil y su sonrisa inocente, ella le asaltó con sus preguntas sobre su origen y le pidió que le contara sus historias, Kaim sintió algo dentro de su pecho.
Aquella vez volvía de una batalla. Más exactamente, había terminado una batalla e iba camino a otra. Su vida consistía en vagar de un campo de batalla a otro, y nada de eso ha cambiado desde entonces. Ha segado la vida a innumerables soldados enemigos y presenciado la muerte de infinidad de camaradas en el campo de batalla. En realidad, lo único que separa a los enemigos de los camaradas es una mera cuestión de suerte. Si las ruedas del destino hubieran girado de manera diferente, sus enemigos habrían sido camaradas y sus camaradas, enemigos. Tal es el sino del mercenario.
En aquella época, su ánimo estaba destrozado y se sentía insoportablemente solo. Como ser inmortal, Kaim no temía la muerte, razón por la que los rostros de los otros soldados están deformados por el miedo, y por la que el rostro de cada hombre murió sufriendo quedó grabado a fuego en su memoria.
Normalmente, solía pasar las noches bebiendo en la carretera. Sumiéndose en el sopor etílico – o fingiendo sumirse en él – intentaba obligarse a olvidar lo inolvidable.
No obstante, cuando vio la sonrisa de Hanna al pedirle que le contara historias sobre su largo viaje, sintió un consuelo más cálido y profundo del que nunca hubiera obtenido del licor.
Le habló de muchas cosas... De una flor preciosa que descubrió en el campo de batalla. De la belleza cautivadora de la bruma cuando invade el bosque la noche previa al combate final. Del incomparable sabor del agua del manantial de un barranco en el que sus hombres y él se habían refugiado tras haber perdido una batalla. Del vasto e inabarcable cielo azul que vio tras una batalla.
Nunca le contaba nada triste. Omitía todo lo referente a la mezquindad del ser humano y la estupidez que presenciaba sin cesar en el campo de batalla. Le ocultó su condición de mercenario, las razones que le llevaban a viajar constantemente, y le hablaba solo de cosas bonitas, dulces y agradables. Ahora comprende que si le contó a Hanna ese tipo de historias bonitas sobre sus viajes no fue tanto por no corromper la inocencia de la niña, sino por el bien de sí mismo.
Quedarse en la posada en la que Hanna esperaba verle de nuevo terminó por convertirse en uno de los pequeños placeres de la vida de Kaim. Narrarle los recuerdos con los que volvía de sus viajes le hacía sentir una ligera redención, por tenue que fuera. Su amistad con la niña continuó cinco años, diez años. Poco a poco, ella se acercaba a la edad adulta, lo que significaba que, tal como los médicos habían predicho, cada día se acercaba más a la muerte.
Y ahora, Kaim termina la última historia de viajes que compartirá con ella. No podrá volver a verla, no podrá contarle sus historias de nuevo. Antes del alba, cuando la oscuridad de la noche alcanza su cenit, las pautas en la respiración de Hanna se vuelven más largas- El frágil hilo de vida está a punto de ceder mientras Kaim y sus padres la cuidan. La lucecita que anidó en el pecho de Kaim se apagará. Sus solitarios viajes, esos largos viajes sin fin, comenzarán de nuevo mañana.
- Pronto estarás partiendo hacia tus propios viajes, Hanna.- le dice Kaim con dulcura.- Partirás a un mundo que nadie conoce, un mundo que nunca ha aparecido en las historias que has oído hasta ahora. Por fin podrás dejar tu cama y vagar por donde quieras. Serás libre.
Quiere hacerle saber que la muerte no es sufrimiento, sino una mezcla de alegría y lágrimas. – Ahora te toca a ti. Procura contarle a todo el mundo los recuerdos de tu viaje.- Sus padres harán ese mismo viaje algún día. Y algún día Hanna podrá reencontrarse más allá del cielo con todos los huéspedes que conoció en la posada.
Y él, sin embargo, nunca viajara allí. Nunca Podra escapar de este mundo. Nunca la volvera a ver.
- Esto no es una despedida. Es solo el comienzo de tu viaje. – Le dice una última cosa.- Nos volveremos a ver.
Es su última mentira.
Hanna parte hacia su viaje.
En su rostro aparece una sonrisa tranquila, como si acabara de decir un “hasta pronto”.
Sus ojos no volverán a abrirse.
Una solitaria lágrima resbala lentamente por su mejilla.
P.D.: Poco a poco ire posteando las demas
YuriLowell-
7
Reiatsu : 59
0
23/10/2010
Edad : 44
En lo mas profundo de los sueños
Empleo /Ocio : Universitario/videojugador
Re: Historias para Recordar
awwww k linda historia
snif snif me dieron ganas de llorar T_T
nyaa javi grax x compartir esta historia
espero kon ansias las proximas!!!!!
snif snif me dieron ganas de llorar T_T
nyaa javi grax x compartir esta historia
espero kon ansias las proximas!!!!!
Re: Historias para Recordar
Bueno pues posteare la siguiente historia, asi que no las vayan a dejar de leer
El Retorno de un Héroe
Kaim se encuentra solo entre una multitud de hombres toscos, dando cuenta de su bebida en un rincón de la única taberna de la vieja ciudad.
Un hombre solitario cruza la puerta de la taberna. Recubre sus enormes proporciones el atuendo de un guerrero. Su sucio uniforme sugiere que viene de lejos. La fatiga se refleja en la cara, pero sus ojos tienen un brillo penetrante, la mirada de un luchador en acción.
El ruido de la taberna se silencia al momento. Todas las miradas del lugar se clavan en el soldado con respeto y gratitud. Por fin ha terminado la larga guerra contra el país vecino, y los hombres que han luchado en el frente vuelven a casa. Ese es el caso de este militar.
El soldado se sienta en la mesa de al lado de Kaim, y engulle un trago de licor con la contundencia de un bebedor habitual, un hombre que bebe para matar su dolor.
Dos tragos, tres, cuatro...
Otro cliente, el típico rufián de ciudad, se le acerca con una botella en la mano y una sonrisa obsequiosa.
-Deja que te ofrezca un trago - dice el hombre -, como muestra de gratitud por tus heroicos esfuerzos.
Sin sonreír, el soldado deja que el hombre llene su copa.
-¿Cómo ha sido estar en el frente? Apuesto a que realizaste muchas hazañas en el campo de batalla.
El soldado vacía su copa en silencio.
El rufián la vuelve a llenar y muestra una sonrisa aún más zalamera.
-Ahora que somos amigos, ¿qué tal si me cuentas algunas historias de la guerra?Tus brazos son grandes y fuertes, ¿a cuántos soldados enemigos mataste...?
Sin mediar palabra, el soldado arroja el contenido de su copa en la cara del hombre.
El rufián se pone hecho una furia y saca un cuchillo. En cuanto sale de la vaina, el puño de Kaim lo lanza volando por el aire. Ante la poderosa unión de Kaim y el soldado, el rufián sale corriendo mascullando maldiciones.
Los dos hombretones lo ven huir y comparten una débil sonrisa. A Kaim no le hace falta hablar con el soldado para saber que vive en una profunda tristeza. Por su parte, el soldado, tras haber engañado a la muerte en repetidas ocasiones, es consciente de la sombra que acecha en la expresión de Kaim.
El barullo volvió a la taberna.
Kaim y el soldado comparten unas bebidas.
-Tengo una esposa y una hija que no he visto desde que me enrolé -dice el soldado - hace ya tres largos años. Por primera vez se permite sonreír tímidamente mientras saca del bolsillo una foto de su mujer y su hija y se la enseña a Kaim, la esposa es una mujer de lozana frescura, la hija es aún muy joven.
-Ellas son la razón por la que he sobrevivido. La idea de volver vivo a casa con ellas era lo que me daba fuerzas en el combate.
-¿Tu hogar está lejos de aquí?
-No, mi pueblo está justo tras el siguiente paso. Estoy seguro de que han oído que la guerra ha terminado y están deseando que vuelva. Si él quisiera podría estar en casa esta noche. Está muy cerca.
-Pero... -el soldado acaba el trago de licor y gruñe -. Tengo miedo.
-¿Miedo? ¿De qué?
-Quiero ver a mi esposa y a mi hija, pero tengo miedo de que me vean. No sé cuántos hombres habré matado en estos tres años. No tuve elección. Tuve que hacerlo para seguir vivo. Si quería volver con mi familia, no tenía otra opción salvo matar a un soldado enemigo tras otro, y cada uno de ellos tenía una familia que había dejado en casa. Ese era el código de la guerra, el destino del soldado. Para sobrevivir en el combate, tenías que seguir matando para que no te mataran.
-En el frente no tenía tiempo para pensar en esas cosas. Estaba demasiado ocupado intentando sobrevivir. Aunque ahora lo veo, ahora que la guerra ha terminado. Hay tres años de pecados grabados en mi cara. La cara de un asesino. No quiero enseñar esta cara a mi mujer y a mi hija.
El soldado saca una bolsa de piel de la que extrae una pequeña piedra. Le dice a Kaim que es una gema sin pulir, algo que encontró poco después de marchar al campo de batalla.
-¿Una gema? - pregunta Kaim sin convencimiento. La piedra de la mesa es de un negro apagado sin ndicios del brillo que debería tener una gema.
-Brillaba cuando la encontré. Estaba seguro de que a mi hija le encantaría cuando se la llevara a casa. Pero, poco a poco, la piedra perdió su brillo y se volvió oscura. Cada vez que mataba a un soldado enemigo, algo parecido a la mancha de su sangre aparecía en la superficie de la piedra. Como puedes ver, después de tres años está casi completamente negra. La piedra esta manchada con los pecados que he cometido. La llamo mi “piedra de los pecados”.
-No tienes porqué sentirte tan culpable. Tuviste que hacerlo para seguir vivo.
-Lo sé - dice el soldado-. Lo sé. Pero aún así... Al igual que yo, los hombres que maté tenían pueblos a los que volver y familias que los esperaban allí... El soldado hace una pausa antes de dirigirse de nuevo a Kaim.
-Supongo que tú también tendrás familia.
Kaim niega con la cabeza.
-No -dice-. No tengo familia.
-¿Un pueblo al menos?
-No tengo hogar al que volver.
-Un eterno viajero, ¿eh?
-Pues sí. Ese soy yo.
El soldado sonríe un poco y muestra a Kaim una sonrisa amarga. Cuesta decir cuánto cree lo que Kaim le ha dicho. Desliza “su piedra de los pecados” en la bolsa de piel y dice:
-¿Sabes lo que creo? Si la piedra se vuelve más oscura cada vez que quito una vida, debería recuperar algo de su brillo cada vez que salve una.
En lugar de responder, Kaim apura las últimas gotas de licor de su copa y se levanta de la mesa. El soldado permanece en su silla y Kaim, mirándole fijamente, le da un consejo.
-Si tienes un lugar al que volver, deberías volver. Tan solo ve, por mucho que te abrume la culpa. Estoy seguro de que tu esposa y tu hija lo entenderán. No eres un criminal. Eres un héroe: luchaste con el corazón para seguir vivo.
-Me alegro de haberte conocido -dice el soldado- Necesitaba oír eso.
Le ofrece la mano derecha a Kaim, y éste se la estrecha.
-Espero que tus viajes vayan bien -dice el soldado.
-Los tuyos acabarán pronto -dice Kaim con una sonrisa dirigiéndose a la puerta.
Justo entonces el rufián se lanza contra Kaim desde detrás, pistola en mano.
-¡Cuidado!- grita el soldado lanzándose hacia Kaim. Conforme Kaim gira, el rufián apunta y grita.
-¡A mí nadie me trata así, hijo de perra!
El soldado salta entre los dos hombres y recibe un balazo en el abdomen. Y así, tal y como ansiaba hacer, el soldado ha salvado una vida. Irónicamente, el soldado ha dado su única vida por la de Kaim, un hombre que no puede envejecer ni morir.Tumbado en el suelo, casi inconsciente, el soldado pone la bolsa de piel en la mano de Kaim.
-Mira mi “piedra de los deseos”, por favor. Quizás…..quizás -dice sonriendo débilmente-, haya recobrado algo de su brillo.
La sangre brota de su boca, ahogando la risa.
Kaim mira dentro de la bolsa y dice:
-Ahora brilla. Está limpia.
-¿De verdad?-jadea el soldado-. Bien. Mi hija se pondrá muy contenta...
Sonríe con satisfacción y extiende la mano en busca de la bolsa. Con cuidado, Kaim coloca la bolsa en la palma de la mano del hombre y cierra sus dedos sobre ella. El soldado exhala su último aliento y la bolsa cae al suelo. La cara del hombre muerto tiene una expresión de paz.
Sin embargo, la "piedra de los pecados" del hombre, que se ha deslizado de la bolsa, sigue negra como siempre.
Fin
P.D.: Proximamente las otros relatos
El Retorno de un Héroe
Kaim se encuentra solo entre una multitud de hombres toscos, dando cuenta de su bebida en un rincón de la única taberna de la vieja ciudad.
Un hombre solitario cruza la puerta de la taberna. Recubre sus enormes proporciones el atuendo de un guerrero. Su sucio uniforme sugiere que viene de lejos. La fatiga se refleja en la cara, pero sus ojos tienen un brillo penetrante, la mirada de un luchador en acción.
El ruido de la taberna se silencia al momento. Todas las miradas del lugar se clavan en el soldado con respeto y gratitud. Por fin ha terminado la larga guerra contra el país vecino, y los hombres que han luchado en el frente vuelven a casa. Ese es el caso de este militar.
El soldado se sienta en la mesa de al lado de Kaim, y engulle un trago de licor con la contundencia de un bebedor habitual, un hombre que bebe para matar su dolor.
Dos tragos, tres, cuatro...
Otro cliente, el típico rufián de ciudad, se le acerca con una botella en la mano y una sonrisa obsequiosa.
-Deja que te ofrezca un trago - dice el hombre -, como muestra de gratitud por tus heroicos esfuerzos.
Sin sonreír, el soldado deja que el hombre llene su copa.
-¿Cómo ha sido estar en el frente? Apuesto a que realizaste muchas hazañas en el campo de batalla.
El soldado vacía su copa en silencio.
El rufián la vuelve a llenar y muestra una sonrisa aún más zalamera.
-Ahora que somos amigos, ¿qué tal si me cuentas algunas historias de la guerra?Tus brazos son grandes y fuertes, ¿a cuántos soldados enemigos mataste...?
Sin mediar palabra, el soldado arroja el contenido de su copa en la cara del hombre.
El rufián se pone hecho una furia y saca un cuchillo. En cuanto sale de la vaina, el puño de Kaim lo lanza volando por el aire. Ante la poderosa unión de Kaim y el soldado, el rufián sale corriendo mascullando maldiciones.
Los dos hombretones lo ven huir y comparten una débil sonrisa. A Kaim no le hace falta hablar con el soldado para saber que vive en una profunda tristeza. Por su parte, el soldado, tras haber engañado a la muerte en repetidas ocasiones, es consciente de la sombra que acecha en la expresión de Kaim.
El barullo volvió a la taberna.
Kaim y el soldado comparten unas bebidas.
-Tengo una esposa y una hija que no he visto desde que me enrolé -dice el soldado - hace ya tres largos años. Por primera vez se permite sonreír tímidamente mientras saca del bolsillo una foto de su mujer y su hija y se la enseña a Kaim, la esposa es una mujer de lozana frescura, la hija es aún muy joven.
-Ellas son la razón por la que he sobrevivido. La idea de volver vivo a casa con ellas era lo que me daba fuerzas en el combate.
-¿Tu hogar está lejos de aquí?
-No, mi pueblo está justo tras el siguiente paso. Estoy seguro de que han oído que la guerra ha terminado y están deseando que vuelva. Si él quisiera podría estar en casa esta noche. Está muy cerca.
-Pero... -el soldado acaba el trago de licor y gruñe -. Tengo miedo.
-¿Miedo? ¿De qué?
-Quiero ver a mi esposa y a mi hija, pero tengo miedo de que me vean. No sé cuántos hombres habré matado en estos tres años. No tuve elección. Tuve que hacerlo para seguir vivo. Si quería volver con mi familia, no tenía otra opción salvo matar a un soldado enemigo tras otro, y cada uno de ellos tenía una familia que había dejado en casa. Ese era el código de la guerra, el destino del soldado. Para sobrevivir en el combate, tenías que seguir matando para que no te mataran.
-En el frente no tenía tiempo para pensar en esas cosas. Estaba demasiado ocupado intentando sobrevivir. Aunque ahora lo veo, ahora que la guerra ha terminado. Hay tres años de pecados grabados en mi cara. La cara de un asesino. No quiero enseñar esta cara a mi mujer y a mi hija.
El soldado saca una bolsa de piel de la que extrae una pequeña piedra. Le dice a Kaim que es una gema sin pulir, algo que encontró poco después de marchar al campo de batalla.
-¿Una gema? - pregunta Kaim sin convencimiento. La piedra de la mesa es de un negro apagado sin ndicios del brillo que debería tener una gema.
-Brillaba cuando la encontré. Estaba seguro de que a mi hija le encantaría cuando se la llevara a casa. Pero, poco a poco, la piedra perdió su brillo y se volvió oscura. Cada vez que mataba a un soldado enemigo, algo parecido a la mancha de su sangre aparecía en la superficie de la piedra. Como puedes ver, después de tres años está casi completamente negra. La piedra esta manchada con los pecados que he cometido. La llamo mi “piedra de los pecados”.
-No tienes porqué sentirte tan culpable. Tuviste que hacerlo para seguir vivo.
-Lo sé - dice el soldado-. Lo sé. Pero aún así... Al igual que yo, los hombres que maté tenían pueblos a los que volver y familias que los esperaban allí... El soldado hace una pausa antes de dirigirse de nuevo a Kaim.
-Supongo que tú también tendrás familia.
Kaim niega con la cabeza.
-No -dice-. No tengo familia.
-¿Un pueblo al menos?
-No tengo hogar al que volver.
-Un eterno viajero, ¿eh?
-Pues sí. Ese soy yo.
El soldado sonríe un poco y muestra a Kaim una sonrisa amarga. Cuesta decir cuánto cree lo que Kaim le ha dicho. Desliza “su piedra de los pecados” en la bolsa de piel y dice:
-¿Sabes lo que creo? Si la piedra se vuelve más oscura cada vez que quito una vida, debería recuperar algo de su brillo cada vez que salve una.
En lugar de responder, Kaim apura las últimas gotas de licor de su copa y se levanta de la mesa. El soldado permanece en su silla y Kaim, mirándole fijamente, le da un consejo.
-Si tienes un lugar al que volver, deberías volver. Tan solo ve, por mucho que te abrume la culpa. Estoy seguro de que tu esposa y tu hija lo entenderán. No eres un criminal. Eres un héroe: luchaste con el corazón para seguir vivo.
-Me alegro de haberte conocido -dice el soldado- Necesitaba oír eso.
Le ofrece la mano derecha a Kaim, y éste se la estrecha.
-Espero que tus viajes vayan bien -dice el soldado.
-Los tuyos acabarán pronto -dice Kaim con una sonrisa dirigiéndose a la puerta.
Justo entonces el rufián se lanza contra Kaim desde detrás, pistola en mano.
-¡Cuidado!- grita el soldado lanzándose hacia Kaim. Conforme Kaim gira, el rufián apunta y grita.
-¡A mí nadie me trata así, hijo de perra!
El soldado salta entre los dos hombres y recibe un balazo en el abdomen. Y así, tal y como ansiaba hacer, el soldado ha salvado una vida. Irónicamente, el soldado ha dado su única vida por la de Kaim, un hombre que no puede envejecer ni morir.Tumbado en el suelo, casi inconsciente, el soldado pone la bolsa de piel en la mano de Kaim.
-Mira mi “piedra de los deseos”, por favor. Quizás…..quizás -dice sonriendo débilmente-, haya recobrado algo de su brillo.
La sangre brota de su boca, ahogando la risa.
Kaim mira dentro de la bolsa y dice:
-Ahora brilla. Está limpia.
-¿De verdad?-jadea el soldado-. Bien. Mi hija se pondrá muy contenta...
Sonríe con satisfacción y extiende la mano en busca de la bolsa. Con cuidado, Kaim coloca la bolsa en la palma de la mano del hombre y cierra sus dedos sobre ella. El soldado exhala su último aliento y la bolsa cae al suelo. La cara del hombre muerto tiene una expresión de paz.
Sin embargo, la "piedra de los pecados" del hombre, que se ha deslizado de la bolsa, sigue negra como siempre.
Fin
P.D.: Proximamente las otros relatos
YuriLowell-
7
Reiatsu : 59
0
23/10/2010
Edad : 44
En lo mas profundo de los sueños
Empleo /Ocio : Universitario/videojugador
Re: Historias para Recordar
awww k trsite historia murio salvando una vida u.u
nyaa javi grax x el post ta mui linda la historia
espero kon ansias las demas n.n
nyaa javi grax x el post ta mui linda la historia
espero kon ansias las demas n.n
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